Los sofás Chester

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Los Chesterfield, más popularmente conocidos como sofás Chester, son la aristocracia dentro del mundo del sofá y los sillones. Es un mueble que llena de elegancia y distinción cualquier tipo de salón, un recurso estético que ha vuelto a ponerse de moda después de haber estado olvidado durante bastante tiempo.

Sin embargo, a pesar de todo ese glamour que rodea a los sofás Chester, hay un hecho que puede resultar bastante chocante para muchos de sus fans: su humilde origen como «asiento para los criados».

Origen del Chéster

El creador de tan icónico sofá fue Philip Dormer Stanhope, cuarto Conde de Chesterfield, a mediados del siglo XVIII. Lo mandó diseñar para que sus sirvientes pudieran descansar sin tener que renunciar a una postura correcta, evitando así que sus uniformes no se arrugaran.

A pesar de esto, este sofá tan plebeyo adquirió gran popularidad más adelante como pieza casi inevitable en los exclusivos clubes masculinos del Imperio Británico. El lugar donde políticos, hombres de negocios y personajes notables sentaban sus posaderas para leer el Times, hacer apuestas y tomar copas de cherry.

Así fue como el Chéster adquirió su prestigio actual. En el siglo XX fue poco a poco conquistando los vestíbulos de los hoteles, los despachos y las oficinas, los pasillos de los museos y, finalmente, los salones de las casas.

Elementos básicos de los sofás Chester

El cánon original de este sofá fue fijado por el propio Conde de Chesterfield en el momento de su concepción. El ebanista que ejecutó el primer diseño marcó las líneas a seguir en el futuro:

  • Un tapizado estaba rematado por botones (la técnica del capitoné), una elegante solución estética. 
  • Los reposabrazos a la misma altura que el respaldo, estructura que permite permanecer sentados sobre él con la espalda completamente erguida.
  • Brazos curvos en forma de voluta.
  • Patas de madera, de poca altura y bien torneadas.
  • Tapicería de cuero de distintos colores.

Clásico y bonito, aunque no es el sofá más cómodo de mundo. Los expertos en ergonomía han destacado en numerosas ocasiones los defectos de los Chester en este sentido. Se ha llegado a decir que es el sofá perfecto para «recibir visitas incómodas y que no queden demasiado tiempo».

Modelos de sofás Chester

Aunque con el paso del tiempo se ha logrado mantener casi intacta la esencia original del Chester, la evolución ha dado lugar a muchas variantes, algunas más orientadas a la funcionalidad, mientras que otras son únicamente estéticas.

Conjunto Chester de corte clásico

Por ejemplo, hoy en día es muy común encontrar conjuntos Chester, formados por dos o más piezas: el sofá en sí (de 2, 3 e incluso 4 plazas) más uno o dos sillones.

Chéster moderno de terciopelo

También el cuero canónico ha sido sustituido en muchos modelos por otros materiales más cálidos y confortables, como el terciopelo. Ese simple cambio hace que el sofá pase de ser un mueble de oficina a un agradable sofá para el salón de casa.

Butaca Chesterfield

Una variante muy popular es el del modelo de butaca de una sola plaza. Este sillón es una especie de Chester «reducido», pero sólo en cuanto a tamaño, ya que en todo lo demás (forma, estilo y estética) es exactamente igual.

Por último, hay que mencionar los diseños más modernos de sofás Chester, esos que se atreven a llevar las formas clásicas al límite, sin dejar de usar los mismos recursos formales y estéticos que los modelos de siempre.

Sofá Chéster de estilo vanguardista

Un buen ejemplo de esto lo encontramos sobre estas líneas: tela aterciopelada en lugar de cuero, un color azul muy llamativo y el capitoné llevado al extremo, dando lugar a una superficie bulbosa. Reúne los requisitos para ser considerado un Chesterfield, pero diferente a cualquiera que hayamos visto antes.

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